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* Juan de Valdes y Leal - Vida y Obra



Juan de Valdés Leal (Sevilla, 4 de mayo de 1622 - Sevilla 15 de octubre de 1690), 

El entorno de la obra de Juan de Valdés Leal (1622-1690)) viene determinado por la decadencia de la ciudad que un día fue de las más importantes de Europa, una ciudad que recibía el oro y riquezas de América y que era un crisol de culturas y nacionalidades que llegaron a Sevilla buscando dinero y oportunidades de negocio.

La Guerra de los 30 años, ( Guerra en la Europa Central, sobre todo en el Sacro Imperio Romano Germánico, entre 1618 y 1648, en ella intervinieron la mayoría de las potencias europeas de la época, marcando el futuro de Europa en los siglos posteriores ) marcó el camino de la decadencia y depresión de la Sevilla universal. A ello se unió, a mediados del siglo XVII, la epidemia que asoló Europa y que dejó una huella indeleble en la ciudad.



 

Era una ciudad heterogénea, cosmopolita, donde genoveses, flamencos, francos... se asentaron a la sombra del comercio americano.

En este época la nobleza, auténtica fuerza de la ciudad, vio como sus rentas disminuían de forma abrupta, rentas que provenían de los grandes latifundios. Aún así esta nobleza mantuvo el poder, del gobierno de la ciudad.

Junto a la nobleza la clase burguesa, y más abajo en la escala social los conversos, esclavos y marginados constituían una gran parte de la sociedad.


 

El resto estaba compuesto por el clero, unas 30 parroquias había en Sevilla, a las cuales se añadían unos 70 conventos. Mientras el clero vivía de los diezmos, los conventos eran mantenidos con las limosnas de los fieles, las grandes órdenes sentaron plaza en la ciudad, franciscanos, dominicos, jesuitas, clarisas.. Sevilla era una ciudad conventual plagada de cenobios.

En Sevilla se vivía una fuerte religiosidad, Trento marcó el devenir de la Iglesia a partir del siglo XVII, esta religiosidad, esta contrarreforma tridentina inspiraría grandes obras de arte, en pintura, imaginería y arquitectura, los Montañés, Mesa, Cano, Murillo, Zurbarán, Valdés Leal, Falconeti o Figueroa legaron a Sevilla un patrimonio artístico difícil de igualar.


 

Este ambiente cultural, “exigido” por el pueblo y apoyado por la nobleza, abierta a nuevas corrientes externas, dio lugar a diversas tertulias culturales y científicas, incluso a la fundación de la Academia de pintura en 1660, de la mano de tres genios como Murillo, Herrera el Joven y Valdés Leal.

La ciudad se expande, se crean nuevos barrios, Resolana, Humeros, Baratillo, se reforman otros como el Arenal al edificar la Iglesia de San Jorge en las Atarazanas levantadas por Alfonso X en el siglo XIII

Valdés nace en 1622, cuando Velázquez abandona la ciudad para establecerse en Madrid, en la corte de Felipe IV. Sevilla se mueve entre el tardomanierismo y el incipiente naturalismo, Herrera el Viejo (1576-1656); Francisco Pacheco, suegro de Velázquez (1564-1644). Murillo (1617-1682) nace pocos años antes que Valdés y, como es natural, ambos reciben influencias de los artistas que les preceden. Esto es visible en las primeras obras de estos autores.


 

Las artes figurativas evolucionan hacia la búsqueda de la realidad sin interpretar o engañar, un naturalismo que derivaría en el barroco, el estilo que impregna la Sevilla del XVII y marca las directrices de la escuela sevillana de pintura y escultura, con su idealización y realismo de las obras. En este aspecto cabe destacar las figuras de Zurbarán (1698-1664); Murillo, pintor sevillano por excelencia, y al que todos seguían por el atractivo de sus obras, sobre todo las Inmaculadas y la pintura de género, y Herrera el Mozo (1627-1685), que desde Italia trae el impulso del barroco que hace cambiar la concepción artística imperante en la ciudad.

El momento de esplendor de Valdés bascula entre los obras de estos artistas, la mayoría situados en la órbita de las artes del reinado de Felipe IV (1605-1665), y responde mucho más al reinado de Carlos II (1661-1700), representado en Sevilla por el inicio de la saga Roldán, Pedro Roldan (1624-1699) y su hija Luisa “La Roldana” (1652-1706), las obras de Leonardo de Figueroa (1650-1730), Bernardo Simón de Pineda (1638-1702), con los cuales colaboró, por ejemplo, en el Hospital de los Venerables Sacerdotes o la Iglesia de San Jorge de la Hdad de la Santa Caridad.


 

SU VIDA

Se casó con 25 años y se estableció en la collación de San Pedro y luego pasa a collación de Omniun Sanctorum. Trabaja en Córdoba en varios encargos y regresa a Sevilla.

Comparte clientela con Murillo. Entabla amistad con Pedro Roldán lo que daría un impulso a su carrera.

En la década de los 60 pone en marcha la Academia de Pintura para prestigiar socialmente el arte, y lo compagina con el de examinador del gremio de pintura.

En 1661 nace Lucas, el hijo que seguiría sus pasos en el la pintura.


 

Para aprender nuevas tendencias viaja a Madrid durante un breve espacio de tiempo.

Ingresa en la Hdad de la Santa Caridad lo que se traduce en una importante relación artística con el Hermano Mayor, Miguel Mañara, realizando entonces dos de sus obras emblemáticas para la iglesia de San Jorge, las postrimerías.

Colabora con Bernardo Simón de Pineda en diversos proyectos.

Realiza obras para Arzobispado de Sevilla, Convento San Francisco, Convento San Clemente, Cabra, Arcos de la Frontera.

Entre sus últimas obras figuran las realizadas para el hospital de los Venerables Sacerdotes, en colaboración con su hijo Lucas.

Se encuentra enterrado en la Iglesia de San Andrés de Sevilla.

Su estilo bebe de las fuentes de Antonio del Castillo, estando influenciado también por Juan de Uceda y Francisco Varela. También los grabados manieristas de origen flamenco y holandés influyen su su obra, estos grabados, en su mayoría paisajísticos le sirve para más adelante realizar grandes decoraciones murales,

El pintor evoluciona junto a la Escuela Sevillana, que abandona su clasicismo y va entrando en las corrientes italianas que desembocan en el barroco, aquí la figura de Herrera el Mozo influye positivamente en esta transformación, incorporando elementos arquitectónicos a las obras.


 

Conoció de primera mano, en sus visitas a la capital, obras de Coello, Rubens, Van Dick, tomando de ellas las gamas cromáticas.

Su obra, insertada en el barroco, tiene la particularidad de poseer un marcado acento cercano al paroxismo y el arrebato, con grandes dosis de teatralidad en el que la realidad y la ficción se combinan. Su obras son altamente valoradas por los románticos que ven en ellas al autor atormentado que une los gastos del barroco y el romanticismo.

OBRAS

Convento de Clarisas de Santa Clara de Carmona

Varios lienzos reflejan la vida de fundadores y santos de la orden, “La muerte de Santa Clara”; “El milagro de Santa Inés”; “El ataque de los sarracenos a Asís” entre otros.

El autor se mueve entre el tenebrismo y una gana cromática potente y rico, y entre el estatismo y el dinamismo. Se ha querido ver rasgos expresionistas que luego lucirá Goya en alguna de sus obras.


Convento Carmelitas Descalzos del Carmen de Córdoba

Son doce obras insertadas en un retablo con escenas de la vida de San Elias


 

Convento de los Jerónimos de Sevilla

Realiza obras llenas de emotividad con contrastes lumínicos y cromáticos muy vigorosos.

“La tentación de San Jerónimo”, con la danza de las mujeres que pretenden tentar el santo, “La Flagelación de San Jerónimo” con composición diagonal llena de teatralidad, con gradaciones lumínica que aumentan el dramatismo de la escena.

Representa asimismo a varios miembros de la orden dotándoles de fuerza y con gran riqueza en las expresiones.

Serie de San Ignacio de Loyola

Realizada para la casa profesa de la Compañía en Sevilla, la Iglesia de la Anunciación.

Basculan entre un alto nivel artístico y una discreta ejecución.

Iglesia de San Jorge – Hdad de la Santa Caridad

Aquí Valdés interpreta el tema de las “Vanitas”, tema barroco por excelencia en una Sevilla sumida en desastres y calamidades.

Alegoría del arrepentimiento, en el cual representa al propio Miguel Mañara en actitud piadosa.

La Vanidad de la Vida, a modo de bodegón nórdico

Para San Jorge realiza las postrimerías o Jerglíficos, acordes con el “Discurso de la Verdad”, texto redactado por el hermano Mayor de la Hdad de la Santa Caridad.


 

“In Ictu oculi” ( en un abrir y cerrar de ojos ) y “Fini Gloriae Mundi” (el finde las glorias mundanas).

Concluye este encargo con dos obras, “Miguel Mañara dictando las Reglas de la Hermandad de la Santa Caridad”, y, sobre todo, con la “Exaltación de la Cruz” que se puede ver sobre el coro de la Iglesia, un gran medio punto en el que se rinde tributo a la pobreza del cuerpo y a la humildad, representando el tema de la entrada en Jerusalén del emperador Heraclio, el cual no puede traspasar las murallas con la cruz al tiempo que viste sus ricos ropajes, obligándole a desposeerse de ellos y entrando en la ciudad de forma humilde, como un peregrino más.

Para el Convento de San Clemente, como pago de la dote de su hija Concepción, profesa en ese cenobio, realiza “Entrada triunfal de San Fernando en Sevilla”, pintado con temple óleo sobre el muro encima de la reja del coro.

Sus últimas obras las realiza en el hospital de los Venerables Sacerdotes, en colaboración con su hijo Lucas. Son las pinturas de la bóveda del presbiterio, la cúpula del antepresbiterio, las pechinas y techo de la sacristía, donde representa el triunfo de la Santa cruz, en un alarde de ficción pictórica que finge una profundidad de campo inexistente, un trampantojo que engaña al espectador

Todas tienen como denominador común recalcar la figura del sacerdocio.

 
 
En "In ictu oculi" (en un abrir y cerrar de ojos) la muerte propiamente dicha portadora de su guadaña nos mira recordándonos que de un solo golpe se apaga la vela que representa a la vida , pasando por encima de todos los símbolos de los poderes de la Iglesia , los poderes terrenales, la sabiduría , las artes etc. El fondo en penumbra, en contraste con la luminosidad de los objetos en primer plano dota al cuadro de un impresionante dramatismo.
 

 

Mientras, en "Finis gloriae mundi" (El fin de las glorias mundanas) en la parte superior del cuadro vemos una mano estigmatizada , la mano de Jesus , que aguanta una balanza, alusión simbólica al juicio final. En el platillo de la izquierda están representados los siete pecados capitales mediante animales simbólicos, en el de la derecha los libros de oración y las penitencias cilicio y cadena. . La Muerte hace de la existencia terrenal algo efimero y sin sentido, pero al mismo tiempo libera el alma para que sea juzgada según su existencia terrenal .Ante el terror a la muerte el consuelo la esperanza de la Salvación.
 

 

Galería de las mejores obras de Valdes Leal


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