
Además de la educación que recibían de maestros, las hermanas recibieron en su casa el ejemplo de sus padres, estos les enseñaron a rezar a diario, les inculcaron el amor a Dios y la Virgen, la virtud, la caridad, llegado al punto que las hermanas consagraron su virginidad a Jesús, al que adoraban. Sus padres murieron siendo ellas niñas y el obispo de la ciudad veló para que mantuvieran su fidelidad a Jesús, recomendándoles asimismo que iniciaran un negocio para poder ganarse la vida de forma honrada.
Las hermanas decidieron establecer un negocio de alfarería en la Puerta de Triana que les daría los fondos necesarios para su mantenimiento. El ambiente no les era favorable; eran cristianas y los cristianos entonces eran perseguidos a muerte.
Empezaban el día oyendo misa y orando durante largo tiempo, y durante el día despachaban en su tienda y atendían las faenas de su propia casa. Eran especialmente caritativas con los pobres, con los que eran muy generosas, pero su mayor preocupación era la conversión de los paganos. Rezaban asíduamente por ellos y siempre que tenían ocasión la aprovechaban para anunciar el Evangelio y enseñar las verdades de la fe a los ignorantes gentiles. Se sacrificaban con ayunos y penitencias, y todo lo que ahorraban se lo daban a los pobres más necesitados, recordando las palabras de Jesús: "Todo lo que deis a los pobres en mi nombre, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, no quedará sin recompensa".
En estos tiempos Sevilla era una provincia romana donde se rendía culto a los dioses de la metrópoli. Donde hoy se encuentra la iglesia de la Magdalena tuvo un templo la Diosa Venus, la cual en actitud triste y llorosa por la muerte de Adonis daba lugar a la Diosa Salambona. El día primero de junio se sacaba en procesión, sobre andas, esta imagen, hecha de barro cocido y hueca.

A raíz de este incidente las hermanas fueron detenidas y llevadas a presencia del prefecto de la ciudad, al palacio de justicia, sito donde hoy está la Iglesia de María Auxiliadora, fueron llevadas a pie mientras recibían golpes e insultos de aquellos que, en las calles de Sevilla, esperaban el paso de la comitiva de la diosa, y que encontraron en las hermanas una forma de descargar la ira por la rotura de la imagen.
En el palacio de justicia Diogeniano, prefecto de Sevilla les tomó declaración y manteniéndose las Santas en su idea de que solo habían roto una imagen de barro y que el Dios verdadero era Jesús, y viendo que el pueblo pedía un duro castigo, ordenó encerrarlas en los calabozos que aún hoy, mas de 17 siglos después, se siguen conservando en los sótanos de la iglesia de María Auxiliadora.

Fueron varias las torturas que sufrieron las Santas, y en ningún momento su increbrantable fe se puso en duda, sufrieron el potro donde sus huesos fueron descoyuntados, con uñas de hierros candentes marcaron su cuerpo dejando profundas y dolorosas heridas.
Se dice que durante su estancia en el calabozo este se ilumino con un resplandor celestial y la Virgen Santísima se apareció a las hermanas desapareciéndoles los dolores y animándolas a padecer mayores suplicios con tal de no renegar de su fe.
Santa justa y Rufina también recibieron latigazos mientras eran amarradas al techo con una cuerda asida a su cabellera, se les arrancaron las uñas de los pies, las hicieron caminar descalzar por riscos y terrenos pedregosos.
De regreso a tu prisión, y ante la deshidratación que ambas sufrían se cuenta que manó agua de la pared para saciar la sed de las santas. En prisión pudieron recibir el consuelo del obispo que, sobornando a los vigilantes, pudo recibirlas en confesión, darles la absolución y la comunión, tras lo cual Justa murió en la misma celda donde se encontraban.
Al día siguiente su hermana moriría en la arena del circo, pero no atacada por un león como se había previsto; una vez en la arena la Santa se arrodilló y comenzó a rezar a Dios, soltado un león hambriento este se dirigió hacia ella totalmente enfurecido pero al llegar a su altura el animal comenzó a lamer los pies de la santa, hecho este que para algunos significaba el triunfo de Dios sobre los dioses paganos y para otros confirmo su idea de que era una bruja, por lo cual un verdugo, a ordenes del prefecto , corto su cabeza.
Los restos de las dos hermanas, recogidos por el Obispo, fueron depositados en cristiana sepultura en lo que hoy es la Iglesia de los Padres Capuchinos, en la ronda que lleva ese nombre. Allí se erigió una pequeña capilla que con el tiempo fue sustituida por la edificación que hoy podemos contemplar, allí, en la fachado hay una inscripción en latín que decía: "ESTA ES LA CASA DE LAS SANTAS VIRGENES JUSTA Y RUFINA".
En Sevilla las Santas reciben veneración pues se las considera cuidadoras de la Giralda y la Catedral evitando que ambas edificaciones se viniesen abajo en sendos terremotos ocurridos en 1508 y 1775 en Carmona y Lisboa respectivamente, por ello figuran siempre escoltando a la Giralda en la representación que de ellas se hace.

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