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Convento Santa María de Jesús

 

 


 

Este convento, ubicado en la calle Aguilas de Sevilla, y perteneciente a la orden de las Clarisas,  es quizás más conocido por albergar en su interior la imagen de San Pancracio que por su propio nombre, son interminables las colas que cada lunes acuden a rendir culto al santo y dejar a sus pies ramas de peregil.

Fue fundado en el año 1502 por el primo de la Reina Isabel la Católica, Jorge Aberto de Portugal, futuro I Conde de Gelves, y su esposa Felipa Melo, recibiendo para ello bula del Pontífice Alejandro VI ( Papa desde 1492 a 1503, sobrino del Papa Calixto III, padre de César y Lucrecia Borgia y bisabuelo de San Francisco de Borja, hombre de confianza del Emperador Carlos I y, porteriormente, prepósito de la Compañia de Jesús ).

 

Se une este convento a otro dos, Convento de Santa Clara, fundado en 1289, bajo la protección de Sancho el Bravo, y el Convento de Santa Inés, fundado en 1274 por doña Maria Coronel, como conventos de la orden de las Clarisas en Sevilla.

La Orden de las Hermanas Pobles de Santa Clara, Hermanas Clarisas, fue fundada en 1212 por Santa Clara como segunda orden de San Francisco, en este caso para religiosas. Clara de Asís era hija de una familia acomodada que, influida por las predicciones de San Francisco, abandonó su casa para seguir al santo, y porteriormente escribir las reglas de la Orden. 

La iconografía de la Santa la presenta con tosco sayal característico de su orden, y con una custodia en la mano. Fue durante el enfrentamiento de Federico II contra el Santo Padre que las tropas sarracenas que acompañaban a Federico pusieron cerco al Convento de San Damian, ante ello Clara apareció portando en sus manos una custodia que portaba la Sagrada Forma, haciendo que el ejército infiel retirase el asedio.

Su configuración se lleva a cabo a partir de unas primeras casas particulares que forman el primitivo núcleo del covento, que tiene como elemento fundamental un claustro al que se abren la iglesia, el refectorio, la sala capitular, la enfermería y los dormitorios. Las dependencias actuales de la clausura del convento son el resultado de una reconstrucción llevada a cabo en el mismo a raíz de un incendio ocurrido en el año 1765

En 1765 a causa de la caida de un rayo el convento sufrió randes pérdidas, las monjas hubieron de trasladarse al Convento de Santa Ines, pero gracias a donativos del pueblo y los nobles de Sevilla solo un año después las monjas pudieron volver a vivir en el cenobio. Años después el convento volvió a sufrir otro incendio, este de menor entidad que no obligó a las monjas a abandonar su casa.

Arquitectónicamente destaca uno de los  claustros, posee tres, que cuenta con tres galerías de arcos peraltados sobre columnas de mármol en el piso inferior y huecos adintelados sobre el superior, comunicando su galería sur con un patio menor de arquerías también sobre columnas. este claustro renacentista recuerda al encanto de un patio de vecinos: macetas y jaulas, fuente en el centro, azulejos en el zócalo, un calvario en la entrada.

Desde el año 1996 el convento alberga a las escasas monjas que quedaban en el Monasterio de Santa Clara, edificio que desde entonces pasa a ser de propiedad municipal, y que alberga en sus jardines la Torre de Don Fadrique, levantada por indicación del hermano de Alfonso X el Sabio.

Hacia el exterior el convento muestra su única fachada en la calle Aguilas, es un largo muro donde encontramos la puerta de acceso al torno, las monjas venden dulces y se dedican ala encuadernación como modo de vida. Tambien se encuentra una ventana alta enrejada que da a la zona de clausura, desde donde las monjas cada año cantan a las imagenes marianas que procesionan en la Semana Santa de Sevilla, y que paran en el lugar para ser contempladas por las hermanas.

Tambien encontramos la fachada de entrada a la capilla del convento, una portada de estilo manierista, obra de Juan de Oviedo y Alonso de Vandelvira, de 1.590, sobre dos sobrias columnas se apoya un dintel en el que dos ángeles sostienen una cartela que reza: ”Santa María ora pro nobis. Se ren. Año de 1695”. Coronando la portada, en una hornacina, encontramos una escultura de la Virgen con el Niño, de la misma época.

 




Una vez traspasada la puerta podemos acceder a una de la iglesias conventuales más increibles de la ciudad, edificada siguiendo el modelo caracteristico de planta rectangular, con una sola nave , no tiene capillas laterales, pero si retablos adosados. Como en el resto de conventos se divide en dos partes, la pública, de acceso a los fieles, y la privada, junto al presbiterio, separada por una reja, y que permitía a las monjas acceder a la capilla para los oficios sin mezclarse con el pueblo. A los pies de la capilla figuran el coro bajo y alto, separados por una celosia o reja de la nave.

Respecto al presbiterio, este esta cubierto por una bóveda de artesonado de par y nudillo con adornos de lacerías y mocárabe, los laterales están cubiertos por un zócalo de azulejos en tonos blancos y azules de finales del siglo XVI, atribuido a Alonso García. Sobre el zócalo, los muros se llenan de pinturas murales no bien conservadas.





El retablo mayor es de finales del siglo XVII, consta de banco, cuerpo con tres calles separadas por columnas salmónicas, y ático, realizado en pino de flandes y ensamblado por Cristobal de Guadix. Las imágenes que vemos están gubiadas por Pedro Roldan, estando la Virgen que preside el altar, que está cambiando los pañales del NIño, realizada por Luis Roldán "La Roldana".






El resto de imágenes que se pueden observan son: San Francisco de Asís y Santa Clara de Asís, fundadores de las Clarisas, flanqueando a la Virgen situada en su hornacina central; sobre ellos dos relieves, San Miguel y Santa Catalina.

 






Sobre la hornacina de la Virgen, en el centro del ático, un relieve de la Natividad de la Virgen María, y a sus lados los dos Juanes, representación habitual en los conventos medievales, San Juan Bautista con el báculo en el lateral de la nave de la epístola, y San Juan Evangelista con un copón, en el lateral de la nave del evangelio. Coronando el retablo el escudo de la Orden Clarisa, la mano de la santa portando la custodia y las 5 llagas de Cristo.




El techo de la capilla, en su parte pública, esta constituido por una bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos que tapa la primitiva cubierta de madera, similar a la que vemos en el presbiterio.



Los altares que podemos encontrar, ya indicamos que no hay capillas son, en la nave del evangelio

Retablo de San Antonio de Padua, obra atribuida a Pedro Roldan.



Junto a él un azulejo que indica la designación de las hermanas del convento como camareras de la Virgen de los Ángeles de la Hermandad de los Negritos.


A continuación accedemos a una sala donde podemos apreciar un Belén, atribuido al taller de Roldán, que se encontraba anteriormente en el Monasterio de Santa Clara, es de enormes proporciones y de gran realismo.







De finales del XVII es el siguiente retablo donde podemos ver una imagen de la Inmaculada Concepción atribuida a Duque Cornejo, también de la saga de Roldán.


 

A continuación San Pancracio, quizás la figura más popular de la capilla y que cada lunes congrega a múltiples devotos que le traen peregil mientras realizan sus peticiones. La talla es la menos valiosa de todas pues es del siglo XX.


 

Para finalizar este lienzo nos encontramos el retablo del Camino del Calvario, obra de Juan de Oviedo el Viejo del siglo XVI. Se encargó para la capilla spulcral de don Gaspar Lorenzo de Herrera.



 

Es un relieve de altar y como curiosidad el Cristo abraza la Cruz por el lado más largo, como la imagen del nazareno de la Hermandad del Silencio, una iconografía medieval que luego Pacheco u Ocampo repetirían.

En los pies de la nave un Crucificado, del siglo XVII y tamaño natural, procedente del convento de santa Clara, enmarcado por dos pinturas: Los Mártires franciscanos del Japón y Escenas franciscanas.


 

Junto a ellos podemos ver el lugar desde donde las hermanas que permanecían en el coro bajo podían tomar al comunión de manos del sacerdote. 




En el muro frontal, amén de la puerta de entrada a la capilla vemos dos retablos, 

Retablo de San Andres de finales del siglo XVII



 

Retablo de Santa Ana enseñando a la Virgen de finales del siglo XVII









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