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Juan de Espinal - Pintor

 


Juan de Espinal nació en Sevilla en 1714, y falleció en la misma ciudad en 1783, se le considera la figura más importante de la pintura sevillana en la segunda mitad del siglo XVIII, conjugando en su pintura la tradición de la escuela sevillana con el estilo europeo que predominaba, el rococó. Su trayectoria profesional pendula desde el último barroco de sus inicios, hasta las formas serenas que presagian el neoclasicismo del final de su vida.

Mientras su maestro y suegro Domingo Martínez asumió los parámetros murillescos en la pintura, Espinal se apartó de esa tradición, si bien a su muerte ninguno de los pintores del momento asumió su descendencia artística, quedando su estilo acabado con la desaparición de su creador. Podemos observar esta desafección por los modelos de Murillo en la obra que representa a las Santas Justa Y Rufina, las muestra sentadas,, no sostienen la Giralda, unos ángeles modelo Valdés las coronan de laurel, con ello muestra que las figuras secundarias no se usan para embellecer, sino que tienen una finalidad que refuerza el discurso del lienzo.


Es posible que su padre, Gregorio Espinal, también pintor, le enseñase los primeros fundamentos de la pintura, pero luego ingreso de aprendiz en el taller de Domingo Martínez ( 1688-1749 - pintor barroco sevillano, que suma las tendencias europeas el murillismo imperante en la ciudad, autor entre otras de las pinturas de la Iglesia del convento de la Merced, actual sala V del Museo de Bellas Artes de Sevilla, o de los murales de la Iglesia de San Luis de los Franceses ) con cuya hija se casó, hecho bastante frecuente en el mundo artístico, solo hay que recordar la boda de Velázquez con la hija de Francisco Pacheco.

Cuando falleció su suegro se hizo cargo de su taller y comenzó a gozar de una prestigiosa reputación, llegando a ser el pintor mas valorado de la ciudad, lo que el vale el obtener encargos por parte del Cabildo Catedralicio, el Ayuntamiento y diversas órdenes religiosas 


Fue uno de los promotores en el año 1771 de la Academia de bellas Artes de Sevilla, conocida entonces como Escuela de las Nobles Artes y apoyada por Carlos III, esta Academia intentaba recuperar la Academia de Dibujo fundada en el siglo anterior por Murillo, herrera y Valdés, pasando en 1775 a ocuparse de la dirección del apartado de pintura.

Espinal luce un elegante sentido del cromatismo que combina luces y sombras con su dibujo ágil y de pincelada suelta, ligera, que no acaba por perfilar los contornos y consigue dotar de vida a la mayoría de las figuras, encuadradas en esos fondos de arquitecturas o paisajes bajo una capa de neblina, consiguiendo con ello separarlas de la realidad representada en el primer plano del cuadro.


Aún cuando un discípulo suyo, Cean Bermúdez describe sus últimos años como los de un acabado en el terreno artístico, un artista en decadencia al no haberse sabido adaptar a las nuevas tendencias, el profesor Valdivieso ofrece un balance positivo de la personalidad artística de Espinal afirmando que "a la tradición del espíritu de Murillo vinculó el lenguaje de la pintura francesa. Si a esto se añade la incorporación a su pintura del estilo rococó, podemos advertir en las obras de Espinal una original personalidad artística que permite considerarle como a uno de los interesantes pintores de su momento en España. Espinal, sin ser un imitador de Murillo, supo introducir en sus pinturas aspectos y detalles fragmentarios que, arropados por una nueva técnica narrativa, le permitieron obtener excelentes logros artísticos"

Su primera obra conocida es la decoración de la bóveda de la Iglesia del Divino Salvador de Sevilla, realizada al temple. Representa la Gloria Celestial que preside el Espíritu Santo en forma de Paloma.


 

En 1759 pinta para el Ayuntamiento de Sevilla un Lienzo de Santas Justa y Rufina, tema tan sevillano y que fue abordado por casi todos los maestros de la ciudad.

En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid se expone una de sus obras maestras “La alegoría de la pintura Sevillana (llegada de la pintura a Sevilla)”. En la sevillana iglesia de San Nicolás de Bari se conserva otra de sus grandes pinturas, “San Carlos Borromeo dando la comunión a los apestados de Milán “


Para el Cenobio de San Jerónimo de Buenavista realizó una serie de 27 lienzos en los que glosaba la vida de San Jerónimo, hoy estos cuadros están divididos por varios museos y colecciones. Al igual que Zurbarán en su serie de santas, la calidad de esta serie es desigual, junto a pinturas de magnífica factura, con excelsos efectos de color y bellos paisajes, nos encontramos con obras de menos nivel, realizadas seguramente por miembros de su taller de pintura.

Respecto al conjunto de una serie, es unánime la idea de que la que realizó por al Arzobispado de Sevilla, por encargo del arzobispo Delgado y Venegas, es la mejor de todas. Todos ellos se conservan en el Palacio Arzobispal de Sevilla, y destacan “El Arcángel san Miguel”; San Gabriel, El Sacrificio de Isaac, El Sueño de Jacob y El ángel anunciando la peste a David.


Se le atribuye también una serie de 13 pinturas circulares que se encuentran en la Santa Casa de Loyola en Guipuzcoa; la decoración de la bóveda de San Francisco de Utrera, donde refleja la apoteosis de la Compañía de Jesús.



 

 

 

 

 

 

 

 

 

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