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OCNOS - Luis Cernuda

 

 

 

 

Luis Cernuda (Sevilla 1902- México 1963), biografía en este enlace,  fue un destacado poeta integrado en la generación del 27,  aquella generación que tomaría el revelo de la del 98, y que se dio a conocer en el homenaje celebrado ese año en honor del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora, junto a Jorge Guillen, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico Gacía Lorca, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Dámaso Alonso... 

Cernuda era hijo de militar, su homosexualidad, unido a sus ideas políticas originó que tuviese que exiliarse, a partir de 1938, primero a Inglaterra, a continuación a Escocia y Estados Unidos,  y finalmente a México donde falleció.

Como el mismo dice con 9 años asiste al traslado de los restos Gustavo Adolfo Bécquer a la Capilla de la Anunciación, sede de la antigua universidad, provenientes de Madrid, y esto le anima a comenzar a escribir poesía, animado asimismo por su profesor que le corregía las obras.

Tras estudiar derecho, carrera en la que tiene como profesor a Pedro Salinas, y realizar el servicio militar, comienza a sistir a las tertulias de literarias, conoce a Romero Murube, Juan Ramon.. y en 1927 publica su primera obra.



Tras varias estancias en Sevilla, Madrid o Toulousse, donde continua estableciendo contactos con poetas como Alberti, Aleixandre, Lorca, publica en 1936 su obra poética completa que titula "la realidad y el deseo".

En 1938 marcha a Inglaterra, y en Glasgow, alrededor de 1940 comienza a gestar su obra más personal, OCNOS, un poema en prosa donde el autor rememora sus años de niñez en Sevilla.

En OCNOS el hombre que es Cernuda se transforma en niño para retratar la ciudad, la infancia, las emociones, la nostalgia de quien abandonó su tierra. La obra se convierte en atemporal, no existen fechas, no hay lugares, nombres que referencien lo escrito, una presunta ambiguedad fluye por sus hojas, si bien es cierto que, siguiendo el recorrido vital de Cernuda en la ciudad se pueden determinar muchos de los lugares y momentos de los que el poeta nos habla. Cernuda, con desdén, quizás atenazado por la nostalgia, o quizás por el resentimiento, va cincelando estampas de la Sevilla de su niñez, no hablando en primera persona, sino siguiendo el camino de Albanio, él mismo visto en tercera persona.



OCNOS se divide en poemas prosados, cada uno con un título, y a muchos de ellos les podemos asignar localización dentro del dédalo de calles de Sevilla, amén de una explicación previa que sirve para entender mucho mejor lo que Cernuda nos cuenta.

Estos son algunos, solamente algunos, de los lugares que Cernuda recrea en su obra, hay más que pueden descubrirse con la lectura de la obra, la cual desde este blog recomendamos a cualquier sevillano amante de su ciudad

CASA NATAL


 

Cernuda nació en la calle Acetres, junto a la calle Cuna, en el numero 6, y así hablaba de su casa paterna.

LA POESIA

En ocasiones, raramente, solía encenderse el salón al atardecer, y el sonido del piano llenaba la casa, acogiéndome cuando yo llegaba al pie de la escalera de mármol hueca y resonante, mientras el resplandor vago de luz que se deslizaba allá arriba en la galería, me aparecía como un cuerpo impalpable, cálido y dorado, cuya alma fuese la música

LA NATURALEZA

Le gustaba al niño ir siguiendo paciente, día a día, el brotar oscuro de las plantas y de sus flores. La aparición de una hoja, plegada aún y apenas visible su verde traslúcido junto al tallo donde ayer no estaba, le llenaba de asombro, y con ojos atentos, durante largo rato, quería sorprender su movimiento, su crecimiento invisible, tal otros quieren sorprender, en el vuelo, cómo mueve las alas el pájaro.

EL TIEMPO

Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía, una estrella destacaba sus seis puntas de paño rojo. Subían hasta los balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la fuente, estaban agrupadas las matas floridas de adelfas y azaleas. Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor, y allá, en el fondo del agua unos peces escarlata nadaban con inquieto movimiento, centelleando sus escamas en un relámpago de oro. Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba invadiendo mi cuerpo.

EL OTOÑO

La atmósfera del verano, densa hasta entonces, se aligeraba y adquiría una acuidad a través de la cual los sonidos eran casi doloroso, punzando la carne como la espina de una flor. Caían las primeras lluvias a mediados de septiembre, anunciándolas el trueno y el súbito nublarse del cielo, con un chocar acerado de aguas libres contra prisiones de cristal. La voz de la madre decía: "Que descorran la vela", y tras aquel quejido agudo (semejante al de las golondrinas cuando revolaban por el cielo azul sobre el patio) que levantaba el toldo al plegarse en los alambres de donde colgaba, la lluvia entraba dentro de la casa, moviendo ligera sus pies de plata con un rumor rítmico sobre las losas del patio


CASA DE JOAQUIN TURINA

Cernuda y el insigne músico Joaquín Turina eran vecinos, sus calles eran aledañas y desde la casa del poeta podía escucharse a Turina mientras tocaba el piano las temporadas que, entre concierto y concierto, permanecía en Sevilla.

EL PIANO

Pared frontera de tu casa vivía la familia de aquel pianista, quien siempre ausente por tierras lejanas, en ciudades a cuyos nombres tu imaginación ponía un halo mágico, alguna vez regresaba por unas semanas a su país y a los suyos. Aunque no aprendieras su vuelta por haberle visto cruzar la calle, con su aire vagamente extranjero y demasiado artista, el piano al anochecer te lo decía. Por los corredores ibas hacia la habitación a través de cuya pared él estudiaba, y allí solo y a oscuras, profundamente atraído mas sin saber por qué, escuchabas aquellas frases lánguidas, de tan penetrante melancolía, que llamaban y hablaban a tu alma infantil, evocándole un pasado y un futuro igualmente desconocidos.[...] Lo que en la sombra solitaria de una habitación te llamaba desde el muro, y te dejaba anhelante y nostálgico cuando el piano callaba, era la música fundamental, anterior y superior a quienes la descubre e interpretan, como la fuente de quien el río y aun el mar sólo son formas tangibles y limitadas.


PLAZA DEL PAN


 

En la plaza del Pan el anuelo de Cernuda tenía una droguería, lo que hace que pasase tiempo en ella, por ese motivo la descripción de la plaza a principios de siglo era tan ajustada

MAÑANAS DE VERANO

Estaban aquellas tiendecillas en la plaza del Pan, a espaldas de la iglesia del Salvador, sobre cuya acera se estacionaban los gallegos, sentados en el suelo o recostados contra la pared, su costal vacío al hombro y el manojo de sogas en la mano, esperando baúl o mueble que transportar. Eran unas covachas abiertas en el muro de la iglesia, a veces defendidas por una pequeña cristalera, otras de par en par sobre la plaza el postigo, que sólo a la noche se cerraba. Dentro, tras el mostrador, silencioso y solitario, aparecía un viejo pulcro, vestido de negro, que lleno de atención pesaba algo en una minúscula balanza, o una mujer de blancura lunar, el pelo levantado en alto rodete y sobre él una peina abanicándose lentamente. ¿Qué vendían aquellos mercaderes? Apenas si sobre el fondo oscuro de la tienda brillaba en alguna vitrina la plata de un vaso entre complicadas joyas de filigrana y las lágrimas purpúreas de unos largos zarcillos de corales. Otras la mercancía eran encajes: tiras sutiles de espuma tejida, que sobre papel celeste o amarillo colgaban a lo largo de la pared.

 

CONVENTO SAN LEANDRO

A este convento, en la plaza de San ildefonso acudía el poeta y se deleitaba degustando sus famosas yemas de huevo, aquí Cernuda nos cuenta como era la entrada al compás del cenobio

EL COMPAS

El portón. Los arcos. (Para un andaluz la felicidad aguarda siempre tras de un arco.) Los muros blancos del convento. Los ventanillos ciegos bajo espesas rejas. Rechinaban los goznes mohosos, y un vaho de humedad asaltaba al visitante adelantando sus pasos sobre la tierra cubierta a trechos por la hierba, que manchaban de amarillo aquí y allá los jaramagos. En la alberca el agua reflejaba el cielo y las ramas frondosas de una acacia. Sobre los aleros cruzaban raudos los vencejos, ahogando su grito entre las hendiduras del campanario.

 

LA CALLE AIRE


 

Recrea aquí el poeta una noche en la que fue su segunda vivienda en Sevilla, en la calle Aire

LA MUSICA Y LA NOCHE

Alguna vez, a la madrugada, me despertaba el rasguear quejoso de una guitarra. Eran unos mozos que cruzaban la calleja, caminando impulsados quizá por el afán noctámbulo, lo templado de la noche o la inquietud bulliciosa de su juventud. ¿Quién ha visto alguna vez un niño que intenta apresar en su mano un rayo de sol? Tan inútil y loco como ese afán era el que me asaltaba tendido en mi cama, en la soledad y la calma de la madrugada, al oír aquella música 

 

LA CATEDRAL

Catedral de Sevilla recordada en la distancia con la melancolía del que sabe que no volverá a oir el sonido de sus campanas

LAS CAMPANAS

¿Qué proporción hay entre la fuerza de una emoción y la resistencia de nuestro espíritu? Eso te preguntas al experimentar ahora, sin razón aparente, una emoción retardada que desboca sobre lo actual, trayendo consigo, visibles sólo para la mirada interior, sus circunstancias en el espacio y en el tiempo. Desatendiendo a que acaso el efecto te parezca en razonable desproporción con la causa, es lo que así te vuelve con el son de aquellas campanas de la Catedral. El oírlas, tiempo atrás, no te producía emoción, al menos ninguna entonces consciente; mas la magia con que resuenen hoy en tu espíritu, libre y distinta de toda motivación, parece revivir un júbilo de festividad solemne y familiar, insignificante para todos excepto para ti.

LA CIUDAD Y LA DISTANCIA

...Y el son de las campanas de la Catedral, que llegaba puro y ligero a través del aire, era como la respiración misma de sus sueño.

LA CATEDRAL Y EL RIO

Ir al atardecer a la Catedral, cuando la gran nave armoniosa, honda y resonante, se adormecía tendidos sus brazos en cruz. Entre el altar mayor y el coro, una alfombra de terciopelo rojo y sordo absorbía el rumor de los pasos. Todo estaba sumido en penumbra, aunque la luz, penetrando aún por las vidrieras, dejara allá en la altura su cálida aureola. Cayendo de la bóveda como una catarata, el gran retablo era sólo una confusión de oros perdidos en la sombra. Y tras las rejas, desde un lienzo oscuro como un sueño, emergían en alguna capilla formas enérgicas y extáticas.


TEATRO ESLAVA


 

El poeta se enamora por primera vez en el teatro de verano existente en lo que hoy es el hotel Alfonso XIII

EL ENAMORADO

Estabas en el teatro de verano, donde la noche y las estrellas era lo que sobre sus cabezas veían aquellas criaturas allí congregadas, anulando con un miterio más real, una vastedad más dramática, al acontecer trivial de la escena. Sentado entre los suyos, como tú entre los tuyos, no lejos de ti le descubriste, para suscitar con su presencia, desde el fondo de tu ser, esa atracción ineludible, gozosa y dolorosa, para la cual el hombre, identificado más que nunca consigo mismo, deja también de pertenecerse a sí mismo


EL BURDEL DE MONSALVES

En la calle Monsalves había un burdel, siempre con las ventanas cerradas, pero un dia al pasar el niño por el lugar pudo ver lo que se escondía tras las cortinas de la casa

EL VICIO

Una mañana de invierno, camino yo del colegio más temprano, roja aún la luz eléctrica en algún cristal, luchando con el vago amanecer, al cruzar aquella calle vi parado un coche ante la casa; un coche de punto, viejo y maltratado, echada la capota, y el cochero de pañolillo blanco anudado al cuello, gorra de hule ladeada en la cabeza y una iperda sobre la otra en actitud jacarandosa, como quien espera. Por la acera, una mujer alta vestida de amarillo, el abrigo de piel derribado sobre un hombro, paseaba dando voces coléricas junto a la puerta de la casa, al fin abierta.

 

LA IGLESIA DE LA ANUNCIACION

 

Es en esta Iglesia donde se depositan los restos de Bécquer a su llegada de Madrid, es la escena que a los 9 años hace que el niño comience a interesarse por la poesía, y marca su destino

EL POETA

...Porque en tales días se hablaba mucho de Bécquer, al traer desde Madrid sus restos para darles sepultura pomposamente en la capilla de la universidad. [...]Años más tarde, capaz ya claramente, para su desdicha, de admiración, de amor y de poesía, entró muchas veces Albanio en la capilla de la universidad, parándose en un rincón, donde bajo dosel de piedra un ángel sostiene en una mano un libro mientras lleva la otra a los labios, alzado un dedo, imponiendo silencio.


EL MAGNOLIO DE SANTA CRUZ


 

Se refiere al magnolio de la calle Judería,juto a las murallas del Alcázar

EL MAGNOLIO

Se entraba a la calle por un arco. Era estrecha, tanto que quien iba por en medio de ella, al extender a los lados sus brazos, podía tocar ambos muros. Luego, tras una cancela, iba sesgada a perderse en el dédalo de otras callejas y plazoletas que componían aquel barrio antiguo. Al fondo de la calle sólo había una puertecilla siempre cerrada, y parecía como si la única salida fuera por encima de las casas, hacia el cielo de un ardiente azul. En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio. Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores. Aquel magnolio fue siempre para mí algo más que una hermosa realidad: en él se cifraba la imagen de la vida. Aunque a veces la deseara de otro modo, más libre, más en la corriente de los seres y de las cosas, yo sabía que era precisamente aquel apartado vivir del árbol, aquel florecer sin testigos, quienes daban a la hermosura tan alta calidad. Su propio ardor lo consumía, y brotaba en la soledad unas puras flores, como sacrificio inaceptado ante el altar de un dios.


Todos estos lugares estan marcados en la ciudad con una lápida que recuerda alguna estrofa de los textos que Cernuda les dedica, estaremos hartos de verlos pero quizás nunca nos hayamos fijado en su significado, otros lugares importantes en OCNOS son, el Guadalquivir, la Venta Eritaña, el Pabellón de Sevillanos Ilustres, la Plaza de la Encarnación, el Cuartel de Caballería, hoy sede de la Diputación Provincial, el Parque de María Luisa, el Alcázar...

Ahora solo queda localizarlos y leer en cada uno de ellos las palabras que Cernuda les dedica.


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