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* Juan, el discípulo predilecto - Córdoba cofradiera





Por su interés y calidad reproducimos íntegramente el artículo aparecido en la web https://cordobacofradiera.wordpress.com/, la cual recomendamos seguir, acerca de las relaciones entre Juan Martínez Montañés y Juan de Mesa. 

Agradecemos a Córdoba cofradiera el permitirnos hacer uso de su trabajo.

alojamiento original del artículo : Juan, el discípulo predilecto


" En el año 1568 nació en Alcalá la Real uno de los mayores hitos de la escultura española, un hombre que alcanzó tales cotas de perfección a la hora de representar imágenes en madera policromada que tuvo el honor de ser llamado “El Dios de la madera”. Juan Martínez Montañés ha sido uno de los artistas más relevantes de la Historia de Andalucía, al igual que del panorama nacional y exponente máximo de la Escuela sevillana. Imaginero formado a partir de las enseñanzas de los maestros granadinos y sevillanos de finales del siglo XVI, Montañés fue un escultor capaz de plasmar una absoluta belleza clásica en sus obras: artista dotado técnicamente, ilustrador de todo tipo de representaciones, planificador de grandes obras retablísticas, perfeccionador del clasicismo más puro aplicado a la grandeza de la imagen divina, impulsador de iconografías que engrandeció hasta límites insospechados, y creador de modelos de representación identificativos de la escuela sevillana. La obra de Montañés no ha tenido parangón a lo largo del tiempo en el ámbito de la imaginería andaluza, aunque la Historia quiso que no solo destacara como gran escultor, sino también como maestro
Cristo de los Desamparados (1617), obra de Juan Martínez Montañés. Iglesia del Santo Ángel, Sevilla.
Cristo de los Desamparados (1617), obra de Juan Martínez Montañés. Iglesia del Santo Ángel, Sevilla.
El maestro alcalaíno fue partícipe de uno de los encuentros más importantes para el Arte andaluz, puesto que en Junio de 1606 acogió como aprendiz a un joven cordobés de 23 años llamado Juan de Mesa Velasco. Durante cuatro años y medio estuvo aprendiendo junto al maestro Montañés el Arte de la talla en madera, en principio como un miembro más del numeroso y solicitado taller del maestro. Una vez terminados los cuatro años de aprendizaje, Juan de Mesa estuvo trabajando como oficial junto a Montañés hasta 1615 o incluso hasta 1618 por motivos que a ciencia cierta todavía desconocemos. Lo que sí sabemos es la absoluta predilección que Montañés tuvo por el joven cordobés, una preferencia que no podemos asegurar que estuviera basada en el carácter de Juan de Mesa – ya que no conservamos escritos acerca de su personalidad o su aspecto físico -, pero que sí podemos basar en su habilidad como imaginero. A partir de aquí la Historia de Juan de Mesa es bien conocida, pero tendríamos que centrarnos en cómo este ilustre cordobés fue capaz de cambiar la concepción de la imagen procesional andaluza a partir de las enseñanzas de Montañés, por lo que habría que establecer una comparación entre ambos.
La obra pasionista de Montañés no transmite un sentimiento barroco ni un interés notable por la creación de obras conmovedoras o impactantes para quienes las contemplan. El maestro alcalaíno es todavía deudor de una estética que poco satisfacía las necesidades populares, puesto que sus imágenes no representan la figura de un hombre muerto en la Cruz, sino que concibe a un Dios sereno, aquel todopoderoso que no sufre los avatares ni de la Muerte ni de la Pasión, un Símbolo. Sus creaciones no se componen de elementos que reflejen el sufrimiento terrenal del Hijo de Dios, sino que continúa la estela de los maestros sevillanos y granadinos de finales del siglo XVI.
Resulta significativo cómo no existen gran cantidad de obras pasionistas realizadas por Montañés, puesto que en sus representaciones se demuestra una estética fundamentada en la perfección, la idealización y la serenidad de la forma humana pese al sufrimiento de la carne. La estética de Martínez Montañés no le permitió tener en las cofradías sevillanas a sus más estimados clientes, puesto que no cumplía con las necesidades del pueblo llano: sus creaciones pasionistas se pueden apreciar como obras realmente hermosas, ideales de una concepción divinizada, hasta tal punto que la única imagen que actualmente se procesiona -Nuestro Padre Jesús de la Pasión (anterior a 1619)- se entiende como una obra de gran belleza y serenidad a pesar de su iconografía. Es una imagen que nos hace recordar la grandeza de un gran escultor, su dominio de la técnica y su capacidad para acrecentar el valor de las proporciones, pero realmente no conecta con la idiosincrasia popular, puesto que es un símbolo, no un hombre surgido de la madera.
Juan de Mesa fue quien simbolizó el tránsito conceptual de la imagen como símbolo a la imagen como devoción, la representación de la Pasión y Muerte de Jesucristo como Hombre. Hay un empeño generalizado en admitir que la estética de las figuras pasionistas de Juan de Mesa representan el comienzo del Barroco formal. Sin embargo, el avance que lleva a cabo dicho artista no es la consumación de las formas barrocas, sino la plasmación de obras que representan a Jesucristo como un hombre. Juan de Mesa no abandonó nunca los parámetros clásicos de representación de su maestro, pero sí entendió que la realización de la obra pasionista debía tener un componente humano capaz de conectar con el pueblo, y su estética así lo atestigua: sus obras resultan conmovedoras, puesto que resalta determinados detalles que exaltan la concepción humana de la imagen; desde la plasmación de la gravedad con sus cabellos caídos, pasando por las muestras de dolor en gestos y heridas, hasta la zancada de sus nazarenos. Juan de Mesa acerca la imagen religiosa a la condición terrenal por medio de la expresión corporal de las obras que llevó a cabo, introduciendo uno de los conceptos fundamentales del Barroco, la conexión y diálogo con los fieles.



La gubia de Juan de Mesa fue creadora de un gran elenco de imágenes procesionales, destacando especialmente su nómina de crucificados – sin parangón en la Historia del Arte de Andalucía -, concebidos a partir de un conocimiento exhaustivo de la anatomía humana. En las imágenes sevillanas del crucificado del Amor (1618) y en la del Cristo de la Conversión del Buen Ladrón (1619) se puede observar esa nueva concepción de la Imagen como devoción. A pesar de ello, Juan de Mesa nunca olvidó las enseñanzas de su maestro, interpretando en la talla del Cristo de la Buena Muerte (1620) su propia concepción de la imagen como símbolo, una representación que no fue concebida para la devoción popular, sino para el recogimiento de la comunidad jesuita.
Otro tipo de obras pasionistas también fueron destacadas en la producción de Juan de Mesa. Una de ellas es aquella en la que muestra a Jesús cargado con la Cruz camino del Calvario: en las obras de Jesús del Gran Poder (1620) y el nazareno de La Rambla (1621) – cuya importancia no podemos percibir en toda su plenitud debido a las desafortunadas restauraciones a las que se ha sometido la talla – notamos un avance conceptual de la imagen procesional, puesto que Juan de Mesa será quien le otorgue a este modelo iconográfico el movimiento propio del pasaje de la Pasión que se representa en ambos casos. Otra representación destacada en la obra de Juan de Mesa es la efigie de Cristo muerto una vez descendido de la Cruz, destacando el conjunto escultórico de la Virgen de las Angustias de Córdoba (1627): el momento más conmovedor de la Pasión y Muerte de Jesucristo fue entendido por Juan de Mesa como el de mayor expresión por medio de su conocimiento de la anatomía humana y realizando una imagen de Cristo muerto que puede considerarse como el máximo exponente de su obra pasionista.
Visión general del conjunto escultórico de las Angustias de Córdoba (1627), obra de Juan de Mesa.  Fotografía: David Rodríguez
Visión general del conjunto escultórico de las Angustias de Córdoba (1627), obra de Juan de Mesa.
Fotografía: David Rodríguez
Por todo ello, las obras de Juan de Mesa no deben de entenderse como formalmente barrocas, en lo referente a la exageración, la exaltación o la introducción de elementos curvilíneos y antinaturales. Sino que deben de ser reafirmadas como figuraciones naturalistas según cánones clásicos, y cuyos elementos diferenciadores se manifiestan a partir de detalles en pos de la humanización de la imagen divina, acercando la figura de Jesucristo a los fieles. Su gran logro fue crear el modelo de imagen procesional que entendemos hoy en día, una representación capaz de conectar de manera natural con el sentimiento devocional del pueblo andaluz.
Jesús María Ruiz Carrasco
Bibliografía:
– AA.VV.: Alonso Cano y la escultura andaluza hacia 1600. Obra social y cultural Cajasur, Córdoba, 2000.
– AA.VV.: Juan de Mesa. Tartesos, Sevilla, 2006.
– AA.VV.: Y murió en la cruz. Obra social y cultural Cajasur, Córdoba, 2001.
– AROCA LARA, A.: El crucificado en la imaginería andaluza. Publicaciones Cajasur, Córdoba, 1987.
– DABRIO GONZALEZ M. T.: Martinez Montañés y la escultura sevillana. Historia 16, Madrid, 1992.
– GÓMEZ MORENO, M.E.: Escultura del XVII, en Ars Hispanae, vol. XI. Plus Ultra, Madrid, 1971.
– GONZALEZ GÓMEZ, J. M. y RODA PEÑA, J.: Imaginería procesional de la Semana Santa de Sevilla. Universidad de Sevilla, Sevilla, 1992.
– HERNANDEZ DIAZ, JOSÉ: Juan Martinez Montañés. Seix Barral, Barcelona, 1976.
– MARTÍN GONZALEZ, J. J.: Escultura barroca en España 1600 – 1770.Cátedra, Madrid, 1998."


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